(Grecia) Escrito de Giannis Michailidis sobre las luchas por su liberación

Ahora que vuelvo a disfrutar de mi libertad, conseguida gracias a una segunda huelga de hambre y sed, reflexiono sobre el complejo mosaico histórico que no sólo dio forma a mis decisiones personales, sino que también tejió la lucha colectiva contra el complejo Estado-capital. Lejos de ser actos solitarios de afirmación, las huelgas de hambre formaban parte de la competición social dentro de la compleja dinámica que se estaba configurando en Grecia y en el panorama mundial a medida que se profundizaba el asalto de las potencias dominantes.

El telón de fondo en el que se desarrollaron estas huelgas de hambre se caracteriza por profundos desafíos globales, en los que las garras del capitalismo han conducido a una alarmante concentración de la riqueza y, por tanto, del poder, en manos de unos pocos elegidos. Mientras tanto, la inmensa mayoría de la humanidad vive en la pobreza extrema, aplastada por el peso de la producción industrial y la búsqueda incesante de beneficios por parte de las empresas. Al mismo tiempo, la explotación indiscriminada de los recursos naturales ha acercado peligrosamente al planeta al borde de un cambio climático irreversible y ha provocado una extinción masiva de especies sin precedentes.

En esta red de poder, los Estados, ya sean occidentales u orientales, imponen su poder reclamando el monopolio de la violencia. Aniquilan descaradamente a poblaciones enteras con armas de destrucción masiva de última generación o utilizan tácticas más sutiles, como convertir el hambre en arma desmantelando sistemáticamente infraestructuras vitales en zonas asoladas por conflictos. El mundo está al borde del colapso por culpa de arsenales nucleares listos para aniquilarlo en un instante. Al desnudar la cruda realidad, se revelan los verdaderos agentes del terror: los Estados.

En estas circunstancias, al reflexionar sobre la batalla por mi libertad personal, reconozco su conexión con una lucha más amplia de la que mi prolongado encarcelamiento me había distanciado temporalmente. Esto no pretende suscitar compasión o victimización, sino que es una afirmación de mi identidad como sujeto social y político activo: veo mi encarcelamiento sólo como un aspecto del despiadado ataque lanzado por el Estado y el capital contra quienes desafían conscientemente su autoridad. Por lo tanto, he lanzado una invitación a restablecer el vínculo entre la lucha por la liberación de los anarquistas encarcelados y los ideales básicos que desencadenaron su resistencia y condujeron a su encarcelamiento. Hice un llamamiento a una relación basada en la solidaridad revolucionaria, basada en objetivos comunes y en una lucha colectiva que abarque diversas dimensiones. Esta conexión une a individuos que se enfrentan a circunstancias diferentes pero que convergen en una causa común, cultivando una fuerza colectiva que trasciende las luchas personales.

  1. EN LAS MAZMORRAS DE LA INJUSTICIA

Dentro de las sienes de la injusticia institucionalizada que caracteriza al sistema penitenciario, comenzó un largo camino que acabaría culminando en dos difíciles huelgas de hambre. Estas huelgas estaban motivadas no solo por una búsqueda personal de justicia, sino también por la necesidad de exponer la corrupción generalizada y la arbitrariedad inherente a los cimientos del sistema judicial. Mi calvario comenzó en 2011, cuando me enfrenté a una orden de detención en relación con el caso Conspiración de Bomberos. Dos años de huida, marcados por decisiones que acabaron conduciéndome a prisión. Una condena de diez años se cernía sobre mí, influyendo en mis decisiones. Durante este periodo, la venganza del Estado se hizo sentir en todo momento. Mis camaradas y yo soportamos una violencia policial brutal cuando nos detuvieron en el atraco a un banco en Velvento, Kozani, un incidente que permaneció invisible a los ojos de la justicia griega. El Ministerio de Orden Público optó entonces por una postura inusualmente provocadora, publicando fotografías de nuestros rostros maltratados.

Poco después se produjeron sucesivas detenciones, dos de ellas relacionadas con las actividades de la Conspiración de las Células de Fuego. En los expedientes figuraba mi nombre como participante en actos con los que no tenía nada que ver, sin ninguna prueba o testimonio que me relacionara con los cargos.

La culminación de esta arbitrariedad judicial fue mi condena a 11 años más de prisión por posesión de cartuchos, a pesar de que fueron descubiertos en casa de un camarada, que dijo al tribunal que le pertenecían. En un surrealista simulacro de juicio, fuimos condenados por poseer los cartuchos colectivamente para llevar a cabo individualmente «terrorismo individual» basándose en supuestas intenciones. Cabe destacar que este caso, lleno de absurdos, es la única aplicación de la ley de terrorismo individual en la historia judicial griega. El hecho de que el Tribunal Supremo confirmara esta farsa sin precedentes es una prueba de hasta qué punto el poder judicial, supuestamente «independiente», está enredado en la política de partidos y en las directrices del gobierno, explotando constantemente la gestión del ascenso de los jueces para manipular y controlar el resultado de los juicios. Cuando estaba a punto de terminar mi condena, en 2019, se sacó del cajón una acusación por presuntos disturbios en Korydallos contra varios camaradas, entre ellos yo. Como resultado, se me retiraron los permisos y, en consecuencia, se me privó de la posibilidad de estar en una prisión rural. Como era obvio que mi pena de prisión era ahora mucho más larga de lo esperado, opté por fugarme, una elección por la que más tarde, tras mi detención en enero de 2020, el Estado tomaría duras represalias.

El 29 de diciembre de 2021, había cumplido 3/5 de mi condena combinada de 20 años, más 2/5 de la condena por evasión, lo que supone un total de 8 años y 3 meses de condena efectiva. La secretaría de la prisión me invitó a firmar una petición de libertad condicional, como exige la ley. Sin embargo, este procedimiento aparentemente sencillo me llevó a otro capítulo de la venganza estatal, caracterizado por la denegación de la libertad condicional. Esta vez, se me consideró potencialmente peligroso, un pretexto ridículo para continuar encarcelado basado en la creencia arbitraria de que no había transcurrido tiempo suficiente para mi «rehabilitación» y supuesta corrección. Este ridículo argumento, que va en contra de la propia lógica ya que cuanto más tiempo se permanece dentro más difícil resulta la reinserción, se utiliza repetidamente, mutilando la vida de innumerables presos.

Mientras los que tienen los medios económicos o las conexiones adecuadas se benefician de la libertad anticipada y la libertad condicional, los que deciden con dignidad rebelarse o fugarse son calificados de insubordinados y se les priva de su derecho a la libertad una vez cumplida su condena, amparándose en ridículos pretextos. Este es sólo un ejemplo de cómo los funcionarios del sistema manejan la ley, ya que quienes utilizan estas ventanas legales contra nosotros suelen alcanzar altos cargos, forjando sus carreras a costa de los presos vulnerables condenados a largas penas. Esta desigualdad se pone de manifiesto de forma desafiante en «sus propios hijos», que se benefician de la indulgencia del sistema, consiguiendo su puesta en libertad o incluso evitando por completo el encarcelamiento.

Un ejemplo provocador es el caso de Korkoneas, el policía responsable del asesinato del camarada Alexandros Grigoropoulos. El sistema judicial se apresuró a conseguir su libertad anticipada. Este trato especial también se concedió a los policías que mataron deliberadamente a Nikos Sambanis en Perama y a los guardias de prisión que torturaron hasta la muerte a Ilir Kareli, todos fueron absueltos.

  1. LA HUELGA DE HAMBRE COMO EXPERIENCIA Y COMO ARMA

La decisión de iniciar una huelga de hambre fue una elección profundamente personal y cargada de sentimiento. No fue una decisión tomada a la ligera, sino que surgió de un profundo anhelo por mi libertad perdida y de una voluntad inquebrantable de poner de manifiesto la injusticia sistémica de un modo que tuviera el mayor impacto social posible.

En el fondo, la huelga de hambre va más allá de la mera protesta; se convierte en una experiencia imborrable. Es un medio de transformar el calvario en una experiencia que te acerca a quienes soportan el hambre a diario. Al abrazar voluntariamente el hambre, se creó en mí una conexión entre mi privación y el sufrimiento de innumerables personas en todo el mundo que luchan por encontrar comida.

Este sentimiento no sólo se refiere al hambre humana; se extiende al hambre de los animales despojados a la fuerza de la tierra, de sus hogares y medios de subsistencia, los cuales están siendo apropiados y esquilmados por el mecanismo expansivo de la industrialización. El acto de la huelga de hambre puede experimentarse como un estado de conexión con estas almas despojadas, humanas y animales, que sufren bajo el peso de la destrucción ecológica y la codicia capitalista.

Más allá de la prueba física del hambre, la huelga de hambre tiene una profunda carga simbólica. Sirve de cauce para expresar la frustración y la rabia profundamente arraigadas que se han acumulado durante años de encarcelamiento, arbitrariedades e injusticia reinante. Es un grito crudo y descarnado contra un sistema que ha declarado la guerra a los principios de justicia y libertad.

En mi opinión, la huelga de hambre no es sólo una lucha por la libertad personal; es una apasionada llamada a la acción. Es un duro recordatorio de que la lucha por la justicia, la igualdad y el desmantelamiento de la jaula dorada de la civilización industrial requiere un esfuerzo emocional e intensamente personal por parte de todos nosotros. Es una llamada a unirnos, a forjar una conexión instintiva con la pasión y las aspiraciones compartidas que nos unen en esta lucha continua.

La experiencia de la huelga de hambre representa un acto de rebelión personal, arraigado en la convicción de que mi situación en prisión no era sólo mía, sino parte de un ataque más amplio del Estado y el capital contra todos aquellos que se atreven a resistir. Ha sido un viaje emocional, y espero que sirva como punto de encuentro para la lucha más amplia, uniéndonos en la búsqueda incesante de la libertad.

  1. CRÓNICA DE LA PRIMERA HUELGA DE HAMBRE

Uno de los aspectos más notables de la huelga de hambre fue la oleada de apoyo que generó. Durante la primera huelga de hambre, la respuesta de los camaradas y de otras personas, tanto en Grecia como en todo el mundo, fue inesperada. Fue una prueba del enorme poder de la solidaridad y de nuestro deseo común de desafiar al sistema. Al embarcarme en esta agotadora marcha, sentí que se forjaba una profunda conexión con quienes estaban a mi lado en este acto de resistencia, y que el mensaje que estaba enviando tendría efectos a largo plazo que probablemente no se verían en el presente ni en el futuro inmediato.

Dentro de los muros, ver a tantos camaradas aguantar el mismo hambre en la búsqueda de la justicia y la libertad fue profundamente alentador. Esta acción colectiva sirvió como poderoso recordatorio de los inquebrantables lazos que nos unen en nuestra lucha contra el poder del Estado y del capital.

No obstante, la reacción del Estado dista mucho de lo que cabría esperar ante una solidaridad tan generalizada. En lugar de responder a nuestras peticiones de reducir los costes políticos y sociales optó por rechazar mis peticiones de libertad condicional, tratando de mantenerme encarcelado. Al mismo tiempo, el circo judicial empezó a poner en libertad a personas condenadas por crímenes atroces, entre ellas violadores y a los asesinos de Zac Kostopoulos, mientras yo continuaba mi huelga de hambre por mi libertad.

En medio de estos inquietantes acontecimientos, la huelga de hambre adquirió una nueva dimensión. Ya no era sólo una lucha personal por la libertad; se había convertido en una resistencia simbólica contra un sistema que daba prioridad a la liberación de los asesinos frente a la de quienes se atrevían a oponerse a su poder. Se convirtió en un poderoso recordatorio de las injusticias perpetuadas por el Estado y en una llamada urgente al cambio.

La justicia callejera, impartida por quienes se negaban a olvidar y exigían justicia para las víctimas de la violencia policial, se convirtió en una poderosa fuerza de rendición de cuentas. Sirvió para recordar que la lucha por la justicia trasciende los límites de los tribunales y se extiende a las calles, donde sigue vivo el recuerdo de quienes perdieron la vida a manos de la violencia estatal.

En aquellos momentos, la huelga de hambre simbolizaba no sólo una búsqueda personal de libertad, sino también una exigencia colectiva de justicia. Resonó como una llamada a la acción y demostró que, en este mundo, la verdadera justicia sólo puede alcanzarse a través de nuestra lucha colectiva. Ya se había convertido en un rotundo acto político colectivo que resuena con nuestra historia y nuestra lucha actual. Fue un testimonio del espíritu indomable de quienes se negaron a olvidar, perseveraron en su búsqueda de la justicia y llevaron sobre sus hombros el peso de nuestra historia común.

  1. LA DECISIÓN DE SUSPENDER LA HUELGA DE HAMBRE

En este texto, debo presentar mi autocrítica del momento crucial en que tomé la dolorosa decisión de suspender la huelga de hambre. Esta elección tuvo profundas consecuencias, no sólo para mí personalmente, sino también para el movimiento en general, por el mensaje de derrota que transmitía. Es imperativo profundizar en las circunstancias y motivaciones que me llevaron a tomar esta decisión equivocada.

La suspensión de la huelga de hambre fue provocada por una serie de promesas poco realistas hechas por funcionarios estatales. Su compromiso estaba supeditado a la condición de que el acuerdo fuera confidencial, y yo, quizá ingenuamente, supuse que por su parte cumplirían el acuerdo para evitar la exposición pública. En este error de apreciación influyó, en parte, mi aislamiento bajo el régimen especial de detención, que cortó mis relaciones con camaradas cercanos, aquellos que poseían tanto el conocimiento de los hechos como la perspicacia política para reconocer la trampa que me habían tendido.

En aquella coyuntura, me enfrentaba a un importante dilema. Había aceptado a regañadientes una oferta de las autoridades estatales, creyendo que era la opción más sensata en aquel momento. Sin embargo, mirando hacia atrás, no puedo explicar del todo los motivos de mi decisión y lo que me impulsó a seguir ese camino.

Varios factores influyeron en esta decisión. En primer lugar, las duras y agotadoras condiciones de la huelga de hambre me afectaron enormemente. La tensión física y emocional era abrumadora y empezaba a dudar tanto de la solidez de mi propio juicio como de la capacidad del movimiento para seguir apoyando esta lucha, especialmente durante el periodo de vacaciones de verano. En segundo lugar, los funcionarios del gobierno y el juez del Tribunal Supremo que actuaba como enlace fundamental entre el poder judicial y el gobierno me dieron falsas esperanzas, lo que sin duda influyó en mi elección. La promesa vacía de un resultado favorable ejerció una influencia considerable en estas circunstancias.

Sin embargo, es fundamental reconocer que mi decisión fue más allá de las consecuencias personales que tuve que asumir. La huelga de hambre era un esfuerzo colectivo y cualquier resultado, positivo o negativo, era algo que tenía que compartir con el movimiento de solidaridad más amplio que se había creado. Además, sentía la profunda responsabilidad de dejar constancia de este resultado en la memoria colectiva para futuras luchas.

Algunos críticos -con razón en su momento- argumentaron que la huelga de hambre nunca debería haber comenzado en primer lugar, pero mi convicción es que era un paso necesario. Era vital defender los logros de las luchas de los presos y resistir las exigencias de los jueces de declaraciones de arrepentimiento. Hay que reconocer que cometí errores de calendario y que no planifiqué la huelga desde el punto de vista jurídico, lo que contribuyó a las circunstancias adversas que finalmente me llevaron a suspenderla.

A pesar del difícil resultado, esta huelga de hambre consiguió unir y movilizar a nuestro movimiento en general. Fue un testimonio de nuestra resistencia, incluso en condiciones sociales difíciles. La huelga de hambre también puso de manifiesto las flagrantes contradicciones del sistema de «justicia». Además, la comunidad anarquista mostró una notable solidaridad a través de las acciones de apoyo.

  1. EL INTERLUDIO ENTRE LAS DOS HUELGAS DE HAMBRE

El periodo entre la suspensión de la primera huelga de hambre y los acontecimientos que se produjeron y que me llevaron a tomar la decisión de iniciar una segunda huelga de hambre fue extremadamente difícil. Muy pronto se hizo evidente que las promesas hechas por los funcionarios del Estado no eran más que palabras vacías.

Mientras tanto, en el intervalo entre las dos huelgas de hambre, se produjeron otros incidentes dolorosos que subrayaron aún más la injusticia generalizada del sistema judicial. El camarada Costas Dimalexis fue detenido y encarcelado acusado de participar en una acción en solidaridad con mi huelga de hambre. Esta detención se llevó a cabo sin pruebas concretas que corroboraran las afirmaciones de los mecanismos de acusación, lo que revela el carácter arbitrario de las acciones de las fuerzas del orden. Esta detención, acompañada de un dispositivo policial y de la invasión de los campos de refugiados ocupados, movilizó a varios camaradas solidarios que libraron una batalla de dignidad contra la represión.

Además, otro joven romaní de 15 años, Kostas Fragoulis, fue asesinado a sangre fría por la policía, pero ya era evidente que nadie rendiría cuentas ni sería encarcelado por esta muerte. Fue otro crudo recordatorio de la impunidad de que goza la policía. A pesar de este inquietante suceso, los reflejos por parte de nuestro movimiento ante este asesinato permanecieron decepcionantemente moderados, mostrando la difícil batalla que hay que librar para hacer frente a las injusticias sistémicas. A continuación se produjo el trágico accidente de Tempe, en el que de nuevo el autodenominado sistema judicial, dirigido por las mismas personas que habían mediado en mi enredo, no consiguió enjuiciar a los ejecutivos de la empresa ni a los políticos responsables de la pérdida de decenas de vidas. Sin embargo, este incidente consiguió que la gente volviera a salir a las calles.

Al mismo tiempo, permanecí en la misma situación durante otro año, esperando estoicamente las decisiones predeterminadas de los consejos judiciales que se retrasaban injustificadamente. En diciembre debería haber reanudado mi huelga de hambre, pero el golpe a mi credibilidad, unido a la constatación de que había caído en la trampa del Estado, me llevó a la decisión de esperar a que se produjesen algunos acontecimientos jurídicos que pudieran allanarme el camino, como la prescripción del caso amañado del motín de Korydallos.

Durante este periodo, se hizo todo lo posible por privarme de todo derecho legal a cualquier permiso, educativo o regular, que pudiera allanar el camino para mi eventual puesta en libertad. Los tribunales me pidieron implícitamente declaraciones de lealtad, instándome a responder si mi ideología me permitía no volver a infringir la ley. Esencialmente, exigían una renuncia a mis principios, mis ideas y mis relaciones personales como condición para mi eventual puesta en libertad.

La narrativa estatal se desplaza entonces a mi traslado a la prisión de Korydallos con fines educativos, un traslado que llevaba pendiente más de tres años. Casualmente, mientras informaba a mis camaradas de mi intención de iniciar una nueva huelga de hambre en la prisión de Malandrinos, se anunció de repente mi traslado, lo que provocó el aplazamiento de mis planes de huelga de hambre. Con el posterior rechazo de mi permiso educativo debido a mi supuesta corta estancia en la prisión de Korydallos, no me quedó más remedio que reiniciar mi huelga de hambre. Luego se sucedieron una nueva serie de promesas que me impidieron temporalmente anunciar la huelga de hambre.

Cuando comenzaron las negociaciones con el Estado, rápidamente quedó claro que sus intenciones no eran tanto atender las legítimas demandas de mi huelga de hambre como engañarme. Me sedujeron con concesiones, como la promesa de un permiso, para luego posponer su aplicación, revelando su falta de sinceridad.

Sin embargo, en vista del trato que seguía recibiendo y de las promesas incumplidas en repetidas ocasiones, anuncié la huelga de hambre. Sentí un impulso explosivo de pasar a la actividad política y denunciar la connivencia del gobierno con un sistema autodenominado de justicia, aun a sabiendas de que mi discurso podía ser impugnado. Pero una huelga de hambre no sólo pondría de relieve la cuestión en juego, sino que también distinguiría definitivamente la verdad de la mentira.

  1. LA NUEVA HUELGA DE HAMBRE Y LA HUELGA DE SED

Armado con los conocimientos adquiridos en mis experiencias anteriores y decidido a no repetir los mismos errores, emprendí una nueva huelga de hambre con una determinación inquebrantable que no dejaba lugar a la retirada. Esta vez, sólo di pasos hacia delante y ni uno solo hacia atrás para conseguir mis objetivos. Comprendiendo la complejidad y los retos de una huelga de hambre, sabía que una planificación y una estrategia meticulosas eran de vital importancia. En este contexto, decidí escalar con una huelga de sed, plenamente consciente de la mayor dificultad que ello conllevaría.

La decisión de recurrir a la huelga de sed no fue fácil, porque es una forma de lucha extremadamente agotadora. La huelga de sed, después de cuatro días, se convirtió en una lucha feroz contra mí mismo, al sentir que mi saliva se secaba, llevándome a un estado constante de asfixia. Mi perseverancia estaba entrelazada con la convicción de que el fin inmediato de la huelga de hambre, ya sea por ganancia material directa o muerte, era la única opción. El objetivo era completarlo antes de las próximas segundas elecciones de Grecia, obligando estratégicamente al partido político gobernante a considerar el costo político de sus acciones.

Quiero subrayar en este punto que me opongo a una perspectiva que dé prioridad al «valor de la vida humana» por encima de una lucha que pueda implicar arriesgarla. Una perspectiva crítica radical considera el valor de todas las vidas que se pierden a causa del hambre provocada por la desertización de la industrialización, o las vidas que se pierden en guerras interestatales, en las fronteras marítimas, en accidentes industriales o a manos de la policía. Por lo tanto, en determinadas circunstancias, considero que es una necesidad poner en riesgo nuestras vidas y nuestra salud en nuestros esfuerzos por enfrentarnos a este sistema opresor, tanto dentro como fuera de los muros de la prisión; por lo tanto, la adhesión a esta estrategia de gestión de la huelga de hambre y sed es el factor central del éxito que me llevó a conseguir mi libertad. Basándonos en este enfoque, y con el inestimable apoyo de todos los solidarios, dentro y fuera de los muros, pudimos obligar a las autoridades políticas y judiciales a considerar el coste político de una posible muerte por huelga de hambre y, en última instancia, a encontrar una solución que condujera a mi liberación.

  1. LA CONQUISTA DE MI LIBERTAD PERTENECE A LOS QUE HOY NO ESTÁN CON NOSOTROS

Con el anuncio del fin de la huelga de hambre y sed, me ha parecido oportuno y necesario expresar mi profunda gratitud a las innumerables personas que me han apoyado firmemente a lo largo de este arduo camino, tanto dentro de los muros de la prisión como fuera.

El logro de mi excarcelación no puede atribuirse únicamente a mis propios esfuerzos; por el contrario, es testimonio de un esfuerzo colectivo que va mucho más allá de mis acciones individuales. Este éxito debe su existencia a los corazones ardientes que han sufrido personalmente el peso de la represión estatal, a la vasta red de solidaridad que se ha tejido meticulosamente a lo largo del tiempo, y a los camaradas presos y reclusos que, en solidaridad, han decidido unirse a esta protesta, ya sea mediante huelgas de hambre o de sed. Sin embargo, es de suma importancia reconocer que la contribución más significativa a cualquier huelga de hambre la han realizado aquellos y aquellas que han sufrido, soportado o perdido la vida en la búsqueda incesante de la justicia y la libertad a través de esta forma de resistencia. A estas almas valientes les deberé cada momento de libertad que disfrute.

Pero ahora que estoy aquí, libre y fuera de los muros, siento que mi lucha sigue incompleta mientras nuestro camarada, Kostas Dimalexis, esté entre rejas. Su encarcelamiento, vinculado a un gesto de solidaridad durante mi anterior huelga de hambre, continúa a pesar de la total ausencia de pruebas que respalden las afirmaciones de la policía. Kostas niega rotundamente cualquier implicación en la acción pero declara con orgullo su identidad política anarquista. El resultado de su próximo juicio es especialmente crucial, ya que una posible condena constituiría un ataque directo a las relaciones de solidaridad que sustentan el movimiento anarquista.

La lucha contra la arbitrariedad judicial hacia los anarquistas y la resistencia en general también queda incompleta mientras luchadores como Nikos Masiotis y Dimitris Koufontinas permanezcan en prisión tras cumplir sus condenas bajo los mismos ridículos pretextos legales. También es crucial resistirse al encarcelamiento por tiempo indefinido de luchadores.

Y naturalmente, la lucha contra el poder sigue inconclusa mientras haya celdas y jaulas para torturar almas humanas y no humanas con el fin de mantener el orden legal de este sistema de producción capitalista.

  1. LA LUCHA CONTINÚA

Nuestra capacidad para desafiar las ideologías dominantes e imaginar un mundo diferente es una prueba del potencial de la resistencia creativa. La diversidad es la piedra angular de nuestro movimiento. El movimiento anarquista global toma su fuerza de su naturaleza descentralizada, allí donde la izquierda centralizada a menudo ha capitulado. Por lo tanto, debemos seguir abrazando la diversidad de pensamiento, tácticas y enfoques. Aunque es necesario entablar discusiones y debates profundos sobre nuestras ideas, también debemos cultivar una cultura de tolerancia a la crítica. La crítica constructiva puede afinar nuestras perspectivas y conducir a la evolución de nuestro movimiento.

En cuanto a las ideas, debemos permanecer abiertos a un amplio abanico de perspectivas. La anarquía no es una ideología monolítica, sino un marco dinámico que fomenta la exploración y la experimentación. Aunque es vital desafiar las narrativas dominantes y cuestionar las normas establecidas, la adhesión dogmática a determinadas ideas puede conducir al estancamiento. El intercambio de ideas y la voluntad de adaptarse y crecer intelectualmente son cruciales para la vitalidad de nuestro movimiento.

En cuanto a la práctica, debemos recordar que nuestras ideas cobran sentido a través de logros tangibles. Ya se trate de acción directa, campañas de solidaridad u organización comunitaria, nuestros principios deben encontrar expresión en el mundo real. Los logros concretos no sólo refuerzan la validez de nuestras ideas, sino que también inspiran a otros a unirse a nuestra lucha.

Por último, en términos de organización, debemos lograr un equilibrio. Las estructuras centralizadas pueden ser propensas a la dinámica de poder y a la manipulación, con el riesgo de ahogar la autonomía individual y la creatividad. Las redes y comunidades descentralizadas permiten flexibilidad y diversidad, pero pueden fracasar cuando se necesita coordinación. Para hacer frente a este dilema, podemos explorar nuevas herramientas e implantar estructuras de red que mantengan la descentralización al tiempo que permiten coordinar los esfuerzos. Este enfoque fomenta la participación en múltiples comunidades, difundiendo ideas e impidiendo la consolidación del poder dentro de un único grupo y la imposición de un grupo-comunidad sobre otro.

De cara al futuro, la continuación de la lucha es una necesidad evidente. Es un viaje marcado por la incertidumbre, los retos y los fracasos, pero también está alimentado por la convicción inquebrantable de que el mundo se está reconfigurando a cada momento y de que nuestra postura importa. El camino hacia la liberación es largo y sinuoso, pues alternamos y retrocedemos entre distintas perspectivas y prácticas en dirección a nuestros ideales. Está iluminado por el espíritu colectivo de quienes se atreven a soñar, resistir y perseverar. Nuestra labor no ha terminado; está en curso, en constante evolución y profundamente interconectada con el mosaico más amplio de la resistencia contra la opresión y la injusticia.

Frente a este salvaje ataque a la vida misma lanzado por el sistema capitalista-estatal, es imperativo que nos organicemos y resistamos, rechazando las estructuras jerárquicas que actúan como palanca de manipulación, ya sea para perpetuar el sistema existente o para asimilar las fuerzas de resistencia. El camino hacia la liberación pasa por vincular las distintas luchas contra los mecanismos de opresión del Estado, forjando redes descentralizadas de ecocomunidades y comunidades de resistencia. Esta convergencia de esfuerzos debe convertirse en un nuevo eje de radicalización, debilitando nuestra dependencia del complejo capitalista-industrial que asola la tierra y pone en peligro nuestra propia existencia y la de tantos otros organismos.

SOLIDARIDAD CON LAS OKUPACIONES

LIBERTAD PARA LOS PRESOS

HASTA LA DESTRUCCIÓN DE LA ÚLTIMA JAULA

P.D.:

Después de la huelga sufrí una experiencia que es bueno compartir para la autoprotección de los que luchan por los medios de la huelga de hambre. Aunque los médicos del Hospital Asclepio de Voula me apoyaron durante toda mi estancia allí, su ignorancia sobre las consecuencias de introducir suero vitamínico durante la realimentación condujo a una situación peligrosa. Evidentemente, no habían tratado antes ningún caso similar de reanimación por inanición y deshidratación tan prolongadas, y los protocolos que aplicaron son deficientes a nivel internacional.

Durante la huelga, mi cuerpo se había adaptado a la falta de nutrientes y vitaminas, lo que provocó una absorción excesiva de las vitaminas introducidas en la realimentación, causando hipervitaminosis. Esto provocó el síndrome de realimentación, que me hizo sufrir y convulsionar durante 8 horas hasta que los médicos se dieron cuenta del error.

Desgraciadamente, aunque no todos los cuerpos de las personas en huelga de hambre reaccionan de esta manera, esta situación ha provocado en el pasado que varios huelguistas de hambre perdieran la vida o quedaran discapacitados durante la realimentación o la alimentación forzada. Es necesario, a través de la información, garantizar que estos errores no se repitan en el futuro y que los huelguistas de hambre reciban un tratamiento médico adecuado durante y después de su lucha.

Esta experiencia puede servir de lección para el futuro y espero que contribuya a la autoprotección de los huelguistas de hambre, así como a mejorar el enfoque y la atención del personal médico.

Fuente: athens.indymedia