(Grecia) Comunicado del compañero Giannis Michailidis en huelga de hambre desde el 12 de mayo 2023

Reconociendo que hay cuestiones sociales más importantes que mi liberación, comienzo un segundo intento de dar a conocer la guerra sucia a la que me he enfrentado por parte de los mecanismos gubernamentales y judiciales. Evitaré referirme a lo que ocurrió el año pasado por estas fechas, para evitar repeticiones cansinas. Continuaré desde la pausa en mi huelga de hambre del pasado mes de julio. Una elección incorrecta que vino después de promesas infundadas del Ministerio de Justicia y del supremo judicial que forma el cordón umbilical entre la autoridad judicial y el gobierno, para una satisfacción inmediata de mi demanda, con el requisito extorsivo de que primero pausaría mi huelga, y esto no sería expuesto. Según sus dichos, yo tendría que pausar la huelga, hacer una nueva demanda de libertad condicional en Amfissa, y que él contestaría el teléfono, siempre y cuando esto no se hiciera público, ya que de lo contrario este acuerdo dejaría de existir. Cometí el error de suponer que cumplirían sus propias promesas, porque contaban con su exposición pública, algo que, en un entorno mediático controlado, resultó ser un engaño destructivo. Mi aislamiento, con el régimen especial de detención en el hospital de Lamia, que me aisló de mis compañeros más cercanos, contribuyó a esta elección incorrecta, ya que no pude consultar a las pocas personas que tenían los hechos, así como la objetividad política, para reconocer a tiempo que se trataba de un engaño. El resultado de esto fue perder un año más de mi vida, esperando lenta y tortuosamente las decisiones de los consejos judiciales. Retrasos burocráticos inexplicables en la decisión que supuestamente me liberaría en septiembre, hasta diciembre. En este momento, ya debería haber empezado de nuevo, pero, dándome cuenta del golpe que suponía para mi credibilidad, al haber caído en la trampa estatista, no fue una elección fácil. Decidí entonces esperar a que prescribieran los cargos inventados que se utilizaban como excusa para impedir mis intentos de licencia, retrasando la puesta en escena de la siguiente batalla. A continuación, se aseguraron por todos los medios de privarme de cualquier derecho legal a salir, ya fuera educativo o regular, lo que potencialmente abriría el camino a mi encarcelamiento incruento. Paralelamente, los consejos judiciales me exigían declaraciones legalistas, haciéndome preguntas como «¿le permite su ideología no volver a cometer actos delictivos?». Y la renuncia a ideas y relaciones con compañeros se establece como requisito previo para una posible excarcelación; si es así, que no llegue nunca.

En este punto, a partir de los acontecimientos que tuvieron lugar, me di cuenta claramente de cuál era el papel de este supremo judicial que yo creía erróneamente que contaría con su prestigio, cuando lo destrozó al encubrir el escándalo de las escuchas telefónicas al primer ministro, mientras que, a través de mi experiencia del sucio papel que jugó al poner fin a mi huelga de hambre para sacar al gobierno de la cárcel, puedo imaginar que varias decisiones escandalosas de la autodeclarada justicia se han materializado en este período de tiempo.

El último acto en el serial de mi espera sin salida fue mi traslado a Korydallos, que se produjo por razones educativas, respondiendo por fin a mis consecutivas demandas pendientes desde hacía más de 3 años. Por cierto, mi traslado se anunció mientras yo había informado a mis allegados de que ya había decidido iniciar una huelga de hambre cuando ya estaba en la cárcel de Malandrinos, lo que provocó su aplazamiento. Lo que siguió fue el rechazo del permiso educativo que me debían el viernes 12/05, con la excusa barata de que sólo estoy en Korydallos por poco tiempo. Mi reacción inmediata fue el inicio de una huelga de hambre una vez más, el mismo día de la denegación. Tan pronto como fui informado, comenzó un aluvión de promesas, que tuvo como resultado el aplazamiento del anuncio de la huelga de hambre hasta hoy con la esperanza de que algo se materializara de esto.

Tras este enfrentamiento, naturalmente no tengo otra opción. Aunque la tuviera, no debería elegirla. Me debo a mí mismo estar políticamente presente, e intentar devolver el coste, desenmascarando a la banda gubernamental de chantajistas que forman la llamada justicia. Y porque mis palabras, aunque consigan romper el muro de silencio, serán refutadas, la propia elección de la continuación e intensificación de la huelga de hambre demostrará el asunto, y también discernirá las mentiras de las verdades. Por eso todo se dirá en el momento oportuno.

En el momento en que los asesinos con corbata se jacten de sus logros, que el enfrentamiento vengativo al que me enfrento se convierta en ocasión para una lucha que recuerde la injusticia institucionalizada de estos tiempos: las provocadoras liberaciones de violadores por pertenecer al entorno amistoso de los funcionarios gobernantes. Los niños asesinados por la policía, donde los asesinos ni siquiera fueron a la cárcel por un día, ni siquiera como evasión. Los migrantes y refugiados que se ahogan en las fronteras de la fortaleza Europa a través de sistemáticos empujones. La destrucción total de ecosistemas enteros, como en el norte de Eubea. Los ancianos asesinados por la disolución de la sanidad en plena pandemia. Las infancias perdidas porque un gobierno autocrático prefirió la imposición de un bloqueo total al refuerzo del servicio sanitario.

Naturalmente, el éxito correctivo del encarcelamiento se confirmó a escala masiva con el aumento de la agresividad juvenil. En definitiva, Foucault tenía razón cuando escribió que las prisiones son fábricas que reproducen el crimen. Yo añadiría que, al mismo tiempo, le quitan al crimen sus intrínsecas características antiautoritarias, para asimilarlo a su sucia paraeconomía. En definitiva, ¿qué estadística prueba que la institución carcelaria tenga alguna utilidad social? Es simplemente un monstruo para instituir el orden de desigualdades del régimen. Una herramienta para que la riqueza nunca deje de estar en manos de los poseedores.

Por las razones expuestas, inicio una vez más una huelga de hambre por mi liberación. Contra el estado y sus gruñones designados, que hacen su carrera a costa mía, y de todos los miserables presos, por haber sido nombrados jueces. En mi caso, las leyes especiales antiterroristas hicieron que ni una sola vez fuera juzgado por un jurado, mientras que estuve más de diez años en prisión por cargos acumulativos. Esto es lo que tienen la osadía de llamar justicia. Decisiones de funcionarios estatales designados, dictadas por un sistema que define sus carreras.

Terminando esta breve primera declaración, siento la necesidad de aclarar que me doy cuenta de que mi caso es mucho más difícil de sostener esta vez. Principalmente debido a mi propio error al aceptar la propuesta extorsiva de pausar mi huelga el año pasado, para poder ser liberado. Por eso entiendo que quien quiera pueda ver este nuevo intento con cautela. Sin embargo, quiero situar esta huelga, no como el eje de una reivindicación exclusivamente individual, sino como una contribución a la denuncia de la injusticia sistemática en un momento políticamente crucial. Como una chispa de lucha, que promueve la acción directa y la participación, contra la mentalidad de delegación que promueve el sistema de representación.

Hasta la destrucción de la última jaula

Giannis Michailidis

Ala «E», Prisión de Korydallos