(Difundido desde Publicación Refractario)
«La anarquía no se dobla. Ella está orgullosa e ilesa. Viaja como las olas en los mares más turbulentos albergando voluntad y rabia. No se desvía, no se evade. Camina de lleno en el fuego y arde para purificar la fragmentación de la dignidad humana.
Encuentra refugio temporal en cada batalla por la libertad definitiva. Ella sangra, se magulla, muere y reaparece una y otra vez, dando a sus tiranos una pesadilla sin fin.
La anarquía no adora. Ella se muestra desafiante ante los verdugos de la libertad.
Defiende su entidad bajo la hoja del degollador político-ideológico aún en el ambiente más asfixiante. Dedicada a su carga histórica, deja su huella indeleble a tiempo para armar nuevos ejércitos incontrolables de minorías rebeldes. No renuncia, no se arrepiente.
No retrocede ni permanece en silencio ante el sometimiento y la explotación. Él está agitado.
La anarquía no inclina la cabeza ante los inquisidores de la guerra social.
Ella mira a sus perseguidores directamente a la cara con la cabeza en alto y su mirada ya no está en blanco. Juzga, no es juzgado, para rescatar la verdad de su muerte, para aplastar la incertidumbre encerrada. No perdona sino que espera.
Ella también arde con la misma voluntad inquebrantable y jura la misma devoción.
Esto es anarquía y ellos somos nosotros en ella. Carne de su carne. Gotas de la sangre de los guardias negros. Llamas de intransigencia en un mundo destinado a arder hasta los cimientos.
Lo que hacemos es lo que somos. Ante nuestros perseguidores levantamos nuestras ataduras en sintonía con el sonajero más familiar: el de las cadenas del cautiverio orgulloso.
Camaradas Mónica y Francisco, con las manos atadas pero el corazón libre para siempre, nos mantenemos inflexibles, intransigentes, impenitentes hasta el final.»
-Thanos Chatziangelou