Extraído de La Peste
INDONESIA
El 25 de agosto de 2025, en Indonesia la rabia estalla en múltiples ciudades contra los privilegios obscenos de la clase política; subsidios parlamentarios excesivos, un alza de impuestos a la propiedad de hasta 250 %, proyectos de austeridad, corrupción y brutalidad policial. Uno de los detonantes fue la aprobación de un subsidio de vivienda mensual para parlamentarios de 50 millones de rupias, casi diez veces el salario medio en Yakarta, lo que desató la indignación contra los privilegios de la clase política.
Las movilizaciones derivaron en violentos ataques contra la policía, saqueos de casas de parlamentarios, destrucción de edificios gubernamentales, lo que generó como respuesta una fuerte represión, incluyendo ciberataques a páginas de contrainformación y medios alternativos. El 28 de agosto se confirmó la primera muerte (un motorista atropellado por un blindado policial), agudizando aún más el descontento.
NEPAL
El 8 de septiembre, se desataron masivas y violentas protestas en Nepal, conocidas como la “Gen Z Revolution”. El detonante fue la prohibición, por parte del gobierno, de 26 redes sociales (entre ellas Facebook, Instagram, YouTube, WhatsApp, X y Signal), con el fin de controlar la organización juvenil y frenar la difusión de críticas y convocatorias que se escapaban de su control político. Sin embargo, el gobierno lo disfrazó como una medida de “seguridad nacional” y “protección contra la desinformación”. Esta fue la chispa que encendió un malestar más profundo y acumulado durante años: la corrupción sistemática, el nepotismo político, las reformas neoliberales que lo privatizaron todo, la precariedad y el aumento del costo de vida.
Las movilizaciones derivaron en marchas, barricadas, enfrentamientos con la policía y rápidamente a una insurrección materializada en ataques a edificios gubernamentales, incendios y asaltos a prisiones con fuga de presos, funcionarios huyendo en helicópteros o por el río en medio de los disturbios. La magnitud de la violencia derrocó al gobierno y el primer ministro K.P. Sharma Oli renunció, evidenciando una profunda crisis de legitimidad de las clases políticas.
FRANCIA
El 10 de septiembre recién pasado, en Francia se vivió una gran movilización convocada por el movimiento “Bloquons Tout” (“Bloqueemos todo”), en rechazo a un nuevo presupuesto de austeridad para el 2026, que recorta miles de millones de euros al gasto publico reduciendo pensiones, gastos en educación y salud, eliminado también feriados y beneficios laborales. Recortando así derechos sociales para cuadrar presupuestos y proteger los intereses del mercado. Las movilizaciones coincidieron con la llegada del nuevo primer ministro Sébastien Lecornu.
Bloquearon calles, transportes y fábricas, levantaron barricadas y se enfrentaron fuertemente a la policía. Estas protestas se suman a un ciclo más largo de descontento social en Francia: desde la revuelta por la muerte de Nahel Merzouk, un joven de 17 años abatido por la policía en junio del 2023, hasta la resistencia contra las políticas de recortes de gasto público.
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Las protestas en Nepal, Indonesia y Francia, aunque detonadas por motivos distintos, son expresiones de una misma crisis global del capitalismo. Todas comparten la rabia contra gobiernos que se enriquecen a costa de las necesidades básicas de la gente, y la calle como único espacio de resistencia capaz de hacer temblar al poder. En Nepal e Indonesia, la revuelta tomó un carácter insurreccional que incluso tumbó gobiernos, mostrando que la posibilidad de transformación radical es real y contemporánea. En Francia, la protesta es más recurrente: no derriba al Estado, pero desgasta su legitimidad y anuncia que nuevas revueltas volverán.
Lamentablemente, muchas veces, cuando se carece de organización, de coordinaciones, de proyección y no se construyen alternativas sostenidas, los movimientos se diluyen en el momento: la calle se apaga, la rabia se dispersa y el sistema no solo continúa casi intacto, sino que además aprende de las tácticas empleadas por la protesta para blindarse mediante nuevas leyes y mecanismos de control que buscan evitar futuros alzamientos.
La gran incógnita es si estas luchas quedarán en estallidos momentáneos o podrán convertirse en luchas capaz de abrir nuevos horizontes. Lo cierto es que las revueltas se replican, se contagian. Desde distintos estruendos sociales nos reconocemos entre continentes, porque más allá de cualquier frontera sabemos que mientras los gobiernos negocien con nuestras vidas, la rabia seguirá encontrando caminos colectivos para irrumpir en las calles. No hace falta entender las lenguas cuando la insurrección se convierte en un idioma común.
Red de Lucha y Propaganda
Septiembre de 2025