Han transcurrido 14 años desde la madrugada del miércoles 1 de junio de 2011, cuando el compañero Luciano Pitronello, conocido como el Tortu, resultó gravemente herido al intentar colocar un artefacto explosivo en una sucursal del Banco Santander en Santiago de Chile. Aquella acción, fallida en su ejecución, se convirtió en un punto de inflexión, no sólo para su vida, sino también para el entorno anárquico que lo rodeaba y del cual era parte…
El contexto de la ofensiva y la represión
Luciano actuó en un momento de alta tensión. Desde la muerte en acción del compañero Mauricio Morales, en 2009, quien intentaba atacar la nefasta Escuela de Gendarmería, se desató una ofensiva represiva contra los entornos anárquicos en Chile. El punto más crudo de esta persecución fue el 14 de agosto de 2010, cuando el gobierno de Sebastián Piñera ejecutó un montaje mediático y policial conocido como el Caso Bombas. Fueron detenidos 14 compañerxs de distintos espacios sociales y okupaciones, mientras otra compañera iniciaba su fuga para evitar la prisión.
Muchos espacios cerraron, y el entorno anárquico sufrió un repliegue. Todo esto se debió a que, desde hacía años, se venían sucediendo diversos ataques directos contra el poder, reivindicados por grupos anarquistas.
En ese contexto, el acto de Luciano no fue un gesto desesperado, sino una señal clara: la ofensiva anárquica contra el poder seguía viva. Con su acción, no solo buscaba golpear los símbolos y estructuras del capital, sino también solidarizar con Ixs compañerxs presxs del caso bombas que, tiempo después, fueron sobreseídxs.
Heridas, prisión y dignidad
El accidente dejó a Luciano con graves quemaduras, amputaciones y pérdida de visión. Debió enfrentar la prisión en esas condiciones. Durante todo ese proceso, la prensa chilena lo trató con brutalidad y morbo, igual que lo había hecho con Mauricio Morales. Pero Luciano no cedió, a pesar de que la realidad le golpeaba una y otra vez.
Sin embargo, pese a la presión del Estado y las amenazas policiales, nunca entregó el nombre del compañero que lo acompañaba esa noche. La delación jamás fue una opción.
Fue condenado a 6 años de libertad vigilada. Durante ese tiempo, siguió agitando: abrió una biblioteca, se organizó y participó en actividades de propaganda y solidaridad anárquica de diversas formas.
Un guerrero hasta el final
Luciano falleció el 11 de agosto de 2024 en un accidente laboral. Hasta sus últimos días fue un compañero activo, convencido de que la lucha contra toda forma de autoridad debía ser directa, decidida y constante. Para él, el 1 de junio no fue una fecha de derrota, sino una consecuencia de sus propias decisiones, las cuales abrazaba como tatuajes indelebles en su piel. Como él decía para levantarse el ánimo, medio en broma medio en serio cuando las cosas se complicaban: «yo soy un guerrero.»
Ejercicio de memoria
Nuestra historia como entorno anárquico está hecha de una amalgama de momentos duros y alegres, de victorias, derrotas y aprendizajes. Elegimos nuestro rumbo con tesón y convicción, sabiendo que somos enemigxs del poder. Por eso, ejercitar la memoria no es ensalzar a nadie: es reconocernos en quienes nos precedieron, en sus decisiones, errores y aciertos.
Leer y recordar a compañerxs como Luciano no es mirar al pasado con nostalgia, sino alimentar el presente con experiencias que nos enseñan a seguir avanzando. Nos duele perder a lxs nuestros pero en este andar sin líderes, cada unx encuentra su manera de resistir y construir, desde donde le haga sentido, contra este enemigo que tiene todos los recursos para defender sus privilegios.
Pero la memoria y aporte material de lxs compañeros se debe defender siempre, sin miedos y de quien sea, pues es parte intrínseca de lo que somos como sujetxs antiautoritarixs.
Luciano era un ávido lector y conocedor de procesos revolucionarios y de compañerxs que afrontaron sus realidades. Esto era un motor que lo motivaba a buscar por sus propios medios su libertad, y no quedarse mirando, esperando a que ese ansiado momento revolucionario aparezca. Todo lo contrario: el Tortu hacía todo lo que podía para precipitar la destrucción de toda forma de dominio y opresión.
Palabras finales
No es el interés hacer un repaso exhaustivo de la vida del Tortu; sin embargo, nos resulta importante dar un poco de contexto para explicar que en esta fecha no recordamos un atentado fallido, más bien abrazamos, que todo lo que trajo consigo aquella situación, no fue suficiente para quebrar la convicción política de un compañero que se consideraba a sí mismo un anarquista orgulloso. Y al contrario de lo que la prensa, familia y supuestos compañerxs han dicho, jamás pasó por su cabeza abandonar la lucha ni arrepentirse de su posición en la vida. Incluso intentó ser lo más cuidadoso posible en cada una de sus decisiones, evitando cualquier tipo de figuración pública innecesaria, al contrario de lo que algunxs hicieron tras su muerte.
Es importante cuidar su legado de conflictividad permanente contra el poder, sus valores y mantenerlo vivo sin apropiárselo, pues todo es fruto del esfuerzo de un compañero entrañable que dirigió su vida con la convicción puesta en el avance y la proliferación de la anarquía.
Por la memoria anárquica, por la acción directa, por Luciano y todxs lxs que luchan.
Biblioteca Autónoma Sante Gerónimo Caserio
Casita Los Maquis