(Alemania) Campaña Switch Off! Reivindicación de atentado incendiario a cables de señales ferroviarias utilizadas por Deutsche Bahn

Extraído de Act for Free y traducido por Informativo Anarquista


Nota de Sans Nom: en la séptima ciudad más grande de Alemania, Düsseldorf, en la región de Renania del Norte-Westfalia, el «Comando Angry Birds» es un tema habitual de conversación.

En agosto de 2024, por ejemplo, reivindicaron el incendio de cables de señales ferroviarias en Mettmann, sumándose a sus anteriores sabotajes contra el tráfico ferroviario: uno en Düsseldorf en enero de 2024, y otros cinco en la misma ciudad reivindicados en mayo de 2023. Y como los Angry Birds también saben ser generosos, el pasado septiembre publicaron un pequeño manual titulado «Kabel anzünden für Beginner» («Prender fuego a los cables para principiantes»), que contiene una serie de técnicas caseras de retraso.

Pero pasemos a noticias más recientes: el jueves por la noche, poco antes de las 6 de la mañana del viernes 24 de enero, se produjo un incendio en un pozo de cables cerca de la estación de Eller, un barrio del sureste de Düsseldorf, que interrumpió el tráfico ferroviario en la línea de mercancías más importante de la ciudad, así como la línea de pasajeros S1 entre Düsseldorf y Solingen. En esta ocasión, mientras que el comunicado nº. 3 estaba escrito en rima, el publicado al día siguiente en de.indymedia y titulado «Switch off! Deutsche Bahn – Comunicado no. 4» tiene forma de carta abierta.


Switch off! Deutsche Bahn – Comunicado no. 4

En la mañana del viernes (24 de enero), utilizamos métodos ya probados para dejar fuera de servicio la línea de mercancías más importante de Düsseldorf durante al menos 12 horas. Como mínimo durante 24 horas, su uso sólo fue posible con severas restricciones. Además de los daños económicos inmediatos, nos gustaría llamar su atención sobre el siguiente motivo de protesta. También nos gustaría pedir disculpas a lxs viajerxs afectadxs, y esperamos que al menos algunxs hayan podido disfrutar de un día libre como resultado.

Estimado ciudadano,

Nos han mentido. Nos han dicho que los dirigentes siempre actúan en favor de nuestros intereses. Nos han dicho que vivimos en la mejor de las sociedades. Que éramos la envidia del mundo. Que en ningún sitio se había estado mejor. Que la respuesta a todas las preguntas era «¡progreso técnico!» y que la respuesta a todos los problemas subsiguientes era «¡aún más!». Se supone que debemos creer que podemos vivir sin ballenas, escarabajos, murciélagos, bosques y agua limpia, pero que sin el Estado, la economía y la policía no podríamos sobrevivir ni una semana. Nos han hecho creer que Elon Musk y su pandilla nos construirán un paraíso en Marte y descargarán nuestra conciencia en la nube, pero que una vida sin smartphones ni coches es utópica, que el cambio económico es incluso imposible.

Y se nos dijo que todo iría bien si hacíamos bien nuestro trabajo, votábamos y dejábamos que los políticos hicieran su trabajo.

Mirémonos a nosotrxs mismxs: enfermxs, cobardes y perezosxs, miramos fijamente nuestras pantallas preguntándonos qué salió mal. Bajo los golpes de una propaganda constante, demasiado embrutecidos y confundidos para reconocer el genocidio como tal, no es de extrañar que incluso puedan vendernos gas natural, aviones de combate y energía solar como sostenibles. El cáncer, la diabetes, la mala postura, la depresión severa y muchas otras enfermedades ya no son excepcionales hoy en día, ni siquiera entre los jóvenes. Nos arrastramos a trabajos de salario mínimo donde nos tratan como infrahumanos. Se nos permite hacer cosas que no tienen sentido para nosotrxs. Pero quizá las cosas mejoren con las próximas vacaciones. O la nueva serie de televisión. O con la jubilación. O simplemente cuando se haya bebido la siguiente cerveza.

Pero también se puede esperar: cada vez más gente se da cuenta de las promesas vacías del sistema. Ya no se dejan tomar por tontos por políticos, profesores, periódicos y activistas. Saben que las relaciones de poder no se cambian sin luchar, y están aprendiendo a librar esa lucha. Además de fuerza de voluntad y capacidad táctica, lo que hace falta es un diagnóstico correcto, una estrategia y una organización que funcione. Esto es lo que le falta al incipiente movimiento.

El problema más urgente de este siglo es la escalada tecnológica. Aunque desde la antigüedad los pueblos llamados civilizados han llevado a cabo serias modificaciones del medio ambiente, la escala de la destrucción que comenzó con la aparición de la sociedad industrial se sitúa en un nivel completamente nuevo. Ya no hay lugar ni ser vivo a salvo. Todos los ecosistemas del planeta están dañados o en proceso de colapso. Ya no hay río del que beber sin peligro. Una vez más, el sistema tecnológico ha envenenado todos nuestros ríos. Este crimen por sí solo equipara al sistema con las peores dictaduras. Y hay que oponerse a él en consecuencia: como movimiento de resistencia.

¿Por qué como movimiento de resistencia? ¿No se puede cambiar la cultura gradualmente a través de la persuasión? ¿Con comunas alternativas cada vez más grandes que den el ejemplo? ¿A través de un movimiento de base? ¿O presionando a los políticos? ¿O con un nuevo partido?

No. El motor de la escalada tecnológica y de la creciente explotación de las personas, los animales y la naturaleza no radica en valores o convicciones erróneas, sino en el simple hecho de metodologías utilitarias:

– Los seres humanos siempre se reunirán en grupos para facilitar su supervivencia. En grupos suficientemente grandes, se forman subgrupos.

– Cuantos más recursos necesita un grupo para su modo de vida, más compite con otros grupos.

– Los grupos sociales que buscan ganar poder cueste lo que cueste siempre prevalecerán, a largo plazo, en un estado de competencia frente a los que no lo hacen, o que lo hacen de forma limitada, por ejemplo, porque se ven constreñidos por la preocupación sobre las consecuencias a largo plazo para los seres humanos y el medio ambiente.

– La búsqueda desenfrenada de poder conduce a un estilo de vida ávido de recursos y, por tanto, a más estados de competencia.

Una forma menos abstracta de decirlo: no importa lo habitable, pacífica y sostenible que sea tu granja aislada: si el sistema necesita tu tierra, la policía vendrá y te la quitará. Y vendrán con mejores armas que las tuyas.

Debido al mecanismo sucintamente descrito aquí, no importa si puedes convencer al político o al jefe de policía de tu programa. Si no aumenta el poder del sistema, a la larga será sustituido, puesto de nuevo en marcha, o todo el sistema (en este caso: Alemania) será sustituido por otro sistema menos prudente y, por tanto, más poderoso. Lo mismo ocurre con los dirigentes empresariales, y así sucesivamente. La idea de que podemos controlar el desarrollo técnico y, por tanto, social, y amoldarlo a nuestra voluntad, es en gran parte una ilusión.

La única opción realista es, por tanto, imposibilitar físicamente el uso de tecnologías industriales. Esto es más fácil de lo que parece y puede lograrlo una proporción relativamente pequeña de la población. Debido a la naturaleza altamente interconectada de la economía mundial moderna, una grave crisis económica en uno de los países industrializados, o la interrupción de las exportaciones de materias primas de un importante país proveedor, tendría graves consecuencias para los países y sus industrias en todo el mundo. Tales crisis pueden intensificarse, o incluso desencadenarse, mediante actos coordinados de sabotaje (dependiendo de la escala del movimiento, posiblemente acompañados de huelgas, disturbios, ocupaciones y desobediencia civil). La escasez de recursos y los fenómenos meteorológicos extremos juegan a favor de la resistencia. Si el sistema industrial fuera derribado, nunca podría reconstruirse, porque los recursos que, al principio de la era industrial, aún podían explotarse con bastante facilidad, con picos y palas por así decirlo, ahora sólo pueden encontrarse a profundidades extremas. Así que se necesita un aparato de alta tecnología que ya ESTÉ FUNCIONANDO para extraer los componentes y combustibles necesarios para este aparato. Ni siquiera la red eléctrica puede reactivarse tras un apagón nacional.

Sin embargo, el escenario de un colapso repentino de toda la civilización sigue siendo material de películas de catástrofes y cultos apocalípticos. Históricamente, tales acontecimientos han durado décadas y han sido vistos por muchos contemporáneos como periodos de renovación. También hay que subrayar que, EN TODOS LOS ESCENARIOS, el sistema se derrumbará. Lo único que depende de nosotros es qué parte del planeta quedará en ese momento.

Además de atacar, es importante que la gente esté lo más preparada posible para la lenta desintegración del sistema. Las crecientes crisis hacia las que el mundo se dirige inevitablemente harán que la autosuficiencia comunitaria sea más atractiva y necesaria para un número cada vez mayor de personas. Esto, a su vez, reduce la dependencia del Estado y aumenta así el potencial de resistencia. También es importante explicar la situación con paciencia y coherencia. El mayor número posible de personas debe saber que no se trata de un ataque contra ellas, sino contra una cultura que las ha llevado por el mal camino durante demasiado tiempo. Hay que romper poco a poco este adoctrinamiento sutil. Al hacerlo, el mensaje central nunca debe diluirse ni relativizarse para ganar simpatía a corto plazo. Sólo cuando la confianza en el sistema se haya visto definitivamente sacudida, las soluciones radicales recibirán un apoyo generalizado. Pero sólo si el movimiento ya ha defendido coherentemente su punto de vista.

Pero, ¿por qué este pobre tren? ¡Es tan sostenible! La pregunta muestra hasta qué punto el debate se ha desviado del significado real de las palabras. Sostenible no significa: la técnica A libera un 10% menos de sustancia tóxica B que la técnica C. Un cultivo o una técnica es sostenible si puede utilizarse en el mismo lugar durante varios miles de años sin destruirlo. Sólo una cultura sostenible puede ser verdaderamente pacífica, porque sólo ella no depende de conquistas repetidas. En el sentido más estricto de la palabra, nada en la industria ferroviaria es sostenible. Ni el acero, ni el plástico, ni el aluminio, ni el gasóleo, ni siquiera la electricidad, sea cual sea su origen. Pero, a fin de cuentas, el problema no es el tren. No se trata de si participa en logística de guerra (lo hace), apoya el acaparamiento de tierras de los pueblos indígenas (lo hace), explota a sus empleados (lo hace) o, con sus rutas, corta los bosques y praderas restantes en trozos cada vez más pequeños, impidiendo las migraciones de la fauna salvaje (lo hace). Es un objetivo adecuado, ya que nos permite golpear tranquilamente todo el sistema y sus rutas de transporte de mercancías. Las torres eléctricas, los cables de fibra óptica, las empresas de logística, los oleoductos y las fábricas también son objetivos legítimos.

Si has leído estas líneas, ya has salido del dominio de información restringida que se te ha destinado. Probablemente ya tengas serias dudas sobre la autoridad de la élite gobernante. Te pedimos que reflexiones sobre las ideas contenidas en este breve texto. Examínalas; contradícelas donde haya que contradecirlas; luego haz lo que haya que hacer. El mundo te necesita. Te necesitamos.

Comando Angry Birds