Extraído de Dark nights y traducido por Informativo Anarquista
El lunes 18 de noviembre fue el día en que el tiempo volvió a detenerse para mí. Funcionarios antiterroristas encapuchados, esposas, celdas de detención, cámaras de televisión, informativos, guiones periodísticos, teorías policiales. Detrás de este patrón familiar y de la tormenta comunicativa de la culpa, hay otra realidad.
Son las heridas que resurgen y se multiplican, destrozando familias, destruyendo relaciones humanas, aniquilando sueños, esperanzas, planes de una vida condenada una vez más a la muerte del tiempo congelado.
Porque el lenguaje de la verdad no se puede ocultar, yo reitero, niego la acusación en su totalidad. Una acusación infundada, sin base, exagerada y sin fundamento que surge de forma abusiva, creando más preguntas de las que realmente responde. Siguiendo la lógica política establecida de la ley antiterrorista, que crea una categoría de acusados que existe fuera del sistema legal, ya que todo el mundo es culpable hasta que se demuestre su inocencia. El lenguaje hablado por el sistema ya ha emitido su veredicto. Me convertí en un trofeo errante para todo tipo de explotación. Un objeto expuesto en las vitrinas de los museos de la mentira y el olvido. Con la etiqueta de «terrorista» colgada en el anexo «culpable de todos los tiempos», para la observación de visitantes por lo general ingenuos, pero sobre todo asustados y amantes de la paz.
Para quienes apuestan con vidas humanas en los dados de un vulgar y desvergonzado juego político, para quienes creen que el poder que ostentan les da la capacidad de aplastar almas por sus propias razones, voy a reiterar lo obvio.
Desde la ensangrentada calle peatonal de Messolonghi, las oficinas de interrogatorios, los grises pasillos de las prisiones, los bancos de los tribunales, la muerte lenta del confinamiento. De las decisiones que tomé con toda mi alma, decisiones grabadas en sangre real, a un gran coste y con rodillas inquebrantables, yo no cedo ni un ápice.
Es parte de la historia de una generación de personas que se rebelaron y sobre cuyas espaldas, gran parte del sistema político lavó sus pecados colgándolo a secar en las líneas del canibalismo represivo y mediático.
Pero ahora no estoy en la cárcel porque tomé decisiones conscientes que conllevaban los correspondientes riesgos. Al contrario, mi vida se vende como un producto político, en el estante del supermercado de la comunicación, con el precio de la bolsa a mi cargo, a la espera de que los posibles votantes compren parte por parte hasta la siguiente ocasión.
Es verdaderamente triste para mí (y no sólo para mí) que se me pida que demuestre que no soy un elefante, al pender sobre mi cabeza una sentencia inminente que me condenará a vivir de nuevo, por tiempo indefinido, como un preso.
He vivido la mitad de mi vida adulta en prisión. No aceptaré pasivamente que esta estadística tan injusta, consistente en mucho dolor e innumerables soledades, me cubra de cemento y barrotes.
No aceptaré medidas extremas como la prisión preventiva sin dar una batalla legal y política para recuperar mi vida.
En esta apresurada y necesaria declaración inicial, quiero agradecer desde lo más profundo de mi corazón a quienes estuvieron a mi lado con amor desinteresado. Comienza ahora la lucha por mi reivindicación y mi liberación definitiva de esta injusta acusación.
En conclusión…
|