(Alemania) Campaña Switch Off! Reivindicación de atentado incendiario a concesionaria de automóviles Audi

Extraído de Sans Nom, traducido por Informativo Anarquista


[Alrededor de las 3 de la madrugada del sábado 22 de septiembre, los bomberos de Leverkusen (Renania del Norte-Westfalia) recibieron una alarma. Una vez en el lugar, en la calle Christian-Heß-Straße del distrito de Wiesdorf, los bomberos se encontraron con un incendio en el gran estacionamiento de la concesión Audi. El incendio estaba consumiendo una decena de coches de lujo nuevos, mientras que otros quince estaban gravemente dañados por el calor, y tardaron varias horas en apagarlos. Los daños ascienden a más de medio millón de euros y, como era de esperar, la policía sospecha que se trata de un incendio provocado. A continuación reproducimos el comunicado de prensa publicado al día siguiente en Indymedia, traducido del alemán].

(Leverkusen) ¡Destruye el capitalismo! Apaga el sistema de destrucción (Switch off system of destruction)

A propósito del ataque a numerosos automóviles nuevos en un aparcamiento de Leverkusen el 22 de septiembre de 2024.

Sin automóviles no hay autopistas

En un periodo en el que la crisis climática lleva tiempo agravándose, nos parece más que cínico talar bosques para ensanchar carreteras. En un momento en que nuestros medios de vida en todo el mundo están siendo devastados por el cambio climático y la distribución desigual de los recursos se está convirtiendo en una amenaza cada vez mayor, en particular para las personas de los países del Sur, el transporte motorizado individual se sigue vendiendo en Alemania como la única libertad que existe.

Si queremos oponernos a la lógica del capitalismo automovilístico, tenemos que romper con la ideología que considera todo límite de velocidad como una restricción suprema de la libertad, y con el hecho de que las innumerables autopistas y autovías deben constituir la infraestructura material del crecimiento capitalista desenfrenado. También se trata de sacar los automóviles de circulación. ¡Temporal o definitivamente, por ejemplo, incendiándolos, para atacar simbólica y prácticamente al capitalismo automovilístico! Al fin y al cabo, cada coche más que se construye y, sobre todo, que se conduce, no sólo emite CO2, sino que también es la razón por la que se intenta arrancar hasta el último árbol. Por eso queremos saludar a todas las iniciativas, y sobre todo a las ocupaciones forestales pasadas y presentes, que se oponen a la expansión de las carreteras y autopistas. ¡Nos sumamos a su lucha!

La certeza de que el sistema actual conducirá al colapso de un ecosistema masivamente dañado ha movido ya a innumerables personas a la resistencia.

La destrucción del planeta por el sistema económico neoliberal está indisolublemente ligada al pensamiento patriarcal, al racismo y al colonialismo. La iniciativa debe venir necesariamente de abajo.

En efecto, cada vez que un camión vierte su hormigón en las carreteras de la República, no sólo se emiten enormes cantidades de CO2, sino que se siguen cimentando continuidades coloniales como el acaparamiento de tierras, el saqueo de recursos y la esclavitud asalariada. Por supuesto, la extracción de materias primas para la producción de hormigón también deja profundas cicatrices en la tierra y destruye la flora y la fauna, pero la escala y la amenaza para los seres humanos y la naturaleza en el Sur global son mucho mayores, y las consecuencias mucho más existenciales en la mayoría de los casos. Ningún lavado de cara ecológico, por caro que sea, nos hará olvidar estos hechos.

También debemos tener claro que no podemos evitar por completo el colapso gradual de un ecosistema masivamente dañado. Ni la pérdida de biodiversidad. Ni el agotamiento de los recursos. No podremos evitar la catástrofe climática porque ya estamos en medio de ella. Admitirlo -sin ningún patetismo apocalíptico- no nos paraliza. Al contrario: debería abrir la cuestión, para nosotrxs y nuestros contextos, de cómo podrían ser nuestras vidas y nuestras luchas revolucionarias en el futuro.

Nos será difícil bloquear y sabotear de forma tan radical e intransigente como exige el cambio climático inducido por el capitalismo. Pero no debemos dejar que esto nos desanime. En la lucha contra la explotación, desafiemos, saboteemos y ataquemos la infraestructura del capitalismo de forma sostenible. ¡Para que otro mundo sea posible! Cooperemos solidariamente para vivir una vida digna. Pongamos en práctica nuestras ideas aquí y ahora, y ya en nuestras luchas y acciones. No nos dejaremos adormecer por quienes detentan el poder.

Sin piedad con los automóviles eléctricos

El motor de combustión vuelve a estar en auge en Europa, ya que los competidores chinos se están pasando a los automóviles eléctricos e inundan los mercados europeo y estadounidense con sus productos más baratos y de mejor calidad. Pero también se está atacando al automóvil eléctrico y a la ideología que lo sustenta. Las soluciones que proponen los gobernantes para contrarrestar los efectos ya perceptibles de la crisis ecológica son sobre todo tecnológicas. Obviamente, esto también está motivado por los grupos de presión, pero es sobre todo una estrategia de autopolitización. El desarrollo, el control y la aplicación de las «tecnologías del futuro» destinadas a hacer «sostenible» el capitalismo de crecimiento están en manos del Estado, la industria y la ciencia, y están indisolublemente ligados a ellos. Cuando se nos vende la ilusión de que el cambio climático puede ser detenido por la tecnología, se basa en la creencia de que los que están en el poder simplemente tienen que tomar las medidas correctas, las decisiones correctas, para salvar este mundo.

Por un lado, no tienen ningún interés en poner fin al capitalismo expansionista que asegura su posición de poder. Y por otro, la reforma tecnológica, con las nuevas dependencias que crea, también está condenada al fracaso. La movilidad eléctrica y las llamadas tecnologías de producción de energía «renovable» podrían servir de ejemplo. Las materias primas necesarias se obtienen a menudo mediante la explotación neocolonial del medio ambiente. Y el transporte de estas materias primas y componentes depende a su vez en gran medida de los combustibles fósiles. En consecuencia, una reconversión completa de la industria actual hacia las energías renovables es en cualquier caso impensable antes de que se agoten las reservas mundiales de petróleo.

La lucha climática es una lucha de clases

El capitalismo verde, es decir, el capitalismo climáticamente neutro y sostenible, es sencillamente imposible. Sus principios fundamentales incluyen el crecimiento constante y el consumo masivo en lugar de la sostenibilidad, y el beneficio de unos pocos en lugar del bienestar y la supervivencia de la humanidad en su conjunto.

La búsqueda de medidas eficaces para mitigar el cambio climático también se limita a soluciones tecnológicas en lugar de abordar la raíz del problema.

Y así, la lucha contra la destrucción del clima es inevitablemente una lucha que atañe a «cuestiones de clase». El 1% más rico de la población alemana emite mucho más CO2 que el 50% más pobre de la sociedad. El llamamiento del Gobierno, en relación con la subida de los precios de los carburantes y la energía, de que «todos debemos apretarnos el cinturón» es una farsa. La mayor parte de las emisiones proceden de las industrias del automóvil, el gas y el carbón, que siguen subvencionadas, de la agricultura industrial y del estilo de vida jet-set de sus jefes y directivos. Y cambiar el comportamiento de los consumidores a favor de los todoterrenos eléctricos y las salchichas vegetarianas no cambiará nada.

Porque es el estilo de vida de consumo masivo y despilfarro de recursos de las sociedades del Norte, basado en supuestos y relaciones de explotación, lo que debemos rechazar y combatir. Así pues, está claro que una lucha contra la destrucción de la naturaleza también debe tener como objetivo la destrucción de la propiedad. Destruyamos las infraestructuras de la riqueza capitalista por un mundo donde todo sea de todos.

La lucha contra el cambio climático es cosa de los Antifas y otros

Los gobernantes, se pinten de verde o no, responderán cada vez con más firmeza a los ataques a sus planes para atajar la crisis climática. Se aferran a los combustibles fósiles y al dinosaurio de la industria nuclear. Se aferran a la mentira de que las energías renovables salvarán el mundo. Están enredados en su propaganda ecologista y actuarán con mayor autoridad cuando la realidad ponga en entredicho sus promesas.

No sólo hay puntos de inflexión ecológicos en los que el sistema climático se reorganiza irreversiblemente; también hay puntos de inflexión social. Momentos en los que la miseria causada por el poder se hace tan evidente que una gran parte de la población siente la necesidad de defenderse. O cuando el empobrecimiento y la expansión de la represión han progresado hasta tal punto que una revolución parece casi imposible. Debemos seguir desarrollando nuestra resistencia en torno a estos puntos de inflexión. La iniciativa debe venir necesariamente de abajo. Porque el Estado se siente obligado, salvo algunas correcciones cosméticas, a aplicar un «continuismo» distópico en favor del sistema económico.

Aferrarse a esta economía capitalista ecológicamente devastadora equivale a acelerar ignorantemente hacia el colapso. El creciente autoritarismo en todo el mundo es otro paso hacia el colapso. Sobre todo en EE.UU. y Europa, el fascismo vuelve a ser una variante y representa también una explotación aún mayor, incluso intensificada, de los seres humanos y la naturaleza. Por eso: ¡la lucha por el clima va de la mano del antifascismo y viceversa!