(…) Luego siguió un testigo más importante. Era el taxista que auxilió a Luciano cuando éste se quemaba producto de la explosión. En este caso, a pesar de los intentos de la defensa, se observó que el taxista sí quedó con secuelas psicológicas ya que, luego de haber ayudado al Tortuga a recuperarse, se marchó del lugar manejando, pero en estado de shock.
Según relató, tuvo pesadillas por 5 meses en donde soñaba con el cuerpo herido de nuestro compañero. También declaró que su automóvil quedó con daños menores (sólo unos rasguños pequeños) debido a que estaba muy cerca del lugar de la explosión. Por último, relató cómo muchas personas pasaron por el lugar y ninguna lo ayudó.
Cuando terminó de declarar, Luciano decidió tomar brevemente la palabra. Sería la única vez que hablara durante el juicio en su contra.
—Hola don Rodrigo… Ehh… yo no soy muy bueno con expresar lo que siento, pero quería agradecerle su acción, lo que hizo… de verdad que le quiero dar las gracias por haberme ayudado.
El taxista le respondió:
—Sí, osea… Yo lo vuelvo a decir, no sé por qué lo hice, quizás fue una cuestión de instinto. En ese momento fue muy choqueante, pero ahora me alegro de verlo así, sonriente como está. Sé que yo soy una simple persona, pero me gustaría saber si puedo dirigirme a abrazarlo…
El presidente del tribunal le concedió el permiso y ambos se dirigieron al centro de la sala para abrazarse muy emotivamente, además de agradecerse y felicitarse. El taxista salió de la sala saludando a Luciano.